Cuando las canciones hablan de ti

31.5.07

Feliz

Hoy justo hace un año que abrí una caja vacía. Desde entonces la he ido llenando con un montón de palabras, fotos, canciones y, sobre todo, de amigos.

Muchas gracias.

Canción para hoy: Happy Birthday - Ramones

30.5.07

¿De corazón?

La semana pasada estuve embobado con el disco de Stan Getz y João Gilberto y con la voz sedosa y deliciosa de Astrud (aunque a Arturo le empalague). Tanto que llegué a enamorarme de una risa suya, la risa de una chica de 24 años el día 9 de octubre de 1964. Una risa capaz de derretir un cubo de hielo del tamaño del Carnegie Hall.

Esa risa me da pie para hacer una pequeña encuesta entre los lectores ya que la buena moza se ríe del desliz de Stan Getz al presentar la canción cuando la llama "Never trust your heart" en lugar de "Only trust your heart" nombre e intención original de la canción según sus autores Cahn/Carter. ¿Nunca o siempre? Yo me decanto por el autor ¿y tú?

Votos
Never trust your heart (Stan Getz).... 2
Only trust your heart (Cahn/Carter).... 4

Canción para hoy: Only Trust your Heart - Stan Getz y Astrud Gilberto

23.5.07

Por una sonrisa (y II)

...la música le fue llevando a otro lugar, lejos, muy lejos.

Cuando se despertó seguía sonando "La vida" no sabía si por segunda o por tercera vez. Aún tardó más de media hora en poder abrir los ojos. Cuando por fin consiguió incorporarse miró el reloj de la pared, todavía no era tarde. Salió de nuevo de la casa y bajó por la pradera hasta el río.

Ahora hacía más calor y no le costó nada decidirse, se desnudó y poco a poco entró en el agua. Estaba bastante fría pero no llegaban a doler los pies. Cuando le llegaba por la cintura no aguantó más y se lanzó con decisión. Sin sacar la cabeza del agua cruzó la poza hasta la roca de la otra orilla dejando que el frío le entrara por todos los poros de su piel. Se tendió al sol sobre la piedra enorme de granito calentada por el sol y sonrió. Cuando ya estaba seco se tiró de nuevo al agua y nadó de vuelta a toda velocidad. Antes de salir no pudo evitar beber un buen trago. Estaba tan fresca… Dejó que el sol lo secara de nuevo y se puso la camiseta antes de volver a saltar sobre la hamaca y sobre el libro.

El sol iluminaba de lado las copas de los árboles cuando leyó las últimas frases: "…la encontró muerta de amor en la cama con los ojos radiantes y la piel de recién nacida. Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer." Se quedó mirando la última página hasta que la vista se le perdió desenfocando todas las letras. Mientras cerraba el libro sonrió. Se vistió y recogió la hamaca.

El cielo estaba empezando a cambiar de color, pensó que desde la cima de la colina habría un espectáculo impresionante pero le pudo la pereza. Cuando llegó hasta la terraza de la casa tiró el libro y la tela sobre el banco de madera y se dejó caer con suavidad sobre la mecedora de madera de olivo. Dejó vagar la mirada por encima de los árboles, los tonos celestes se iban oscureciendo y cada vez era más difícil distinguir los castaños de los pinos. El canto de los pájaros se fue apagando y a lo lejos se oía levemente la canción de las ranas en la charca. Poco a poco empezaron a aparecer algunas estrellas. Una luna creciente finísima se dejó ver tan pronto como se fue el sol pero enseguida corrió tras él con la esperanza de alcanzarlo. Cuando casi no se veía nada más que las estrellas y las sombras de las copas de los árboles cerró los ojos, sonreía en silencio mientras pensaba que no podría haber un momento igual en su vida, con esa paz.Hizo un esfuerzo por grabar en su cabeza todo lo que sentía en ese momento. Escuchó el canto de las ranas, el grito apagado de la lechuza, sintió el frescor del aire de la noche, aspiró con todas sus fuerzas el aroma de los pinos y de la hierba húmeda todavía. Un recuerdo de otro olor se mezcló con los que esperaba y pensó que su voz siempre le había recordado a la de Astrud. Se la imaginó con su cara pero cantando con la voz seda de la brasileña:
"...Quiet nights of quiet stars, quiet chords from my guitar, floating in the silence that surrounds us..."
Dejó que ese pensamiento lo invadiera por completo, tanto que hasta la oyó decir "hola Pedro". Un escalofrío le recorrió el cuerpo de arriba a abajo y quiso disfrutar de esa sensación un momento más antes de abrir los ojos. Ni siquiera se asustó al ver delante de él esos ojos color de miel, esa melena morena y lánguida bordeando la piel clara de su cara y enmarcando esa sonrisa franca, tan familiar y tan querida. Quiso gritar de felicidad pero no pudo, sus bocas se fundieron en un beso tan largo y tan profundo como la paz de esa noche de primavera.

Canción para hoy: Corcovado (Quiet Nights of Quiet Stars) - Stan Getz/Astrud/João Gilberto

22.5.07

Por una sonrisa (I)

En esa casa siempre le ocurría igual con esos ruidos que tan familiares llegaban a ser al cabo de unos días y que le inquietaban la primera noche. El cansancio del viaje no mejoraba mucho las cosas, el ruido de la lluvia retumbaba en las contraventanas de madera y las rachas de viento más fuertes hacían crujir las viejas vigas de pino oscurecidas por el humo y el paso del tiempo. Las tormentas de mayo solían ser así, menos violentas que las veraniegas pero más duraderas, fácilmente podría llover toda la noche.

Cuando se despertó eran más de las diez. La luz de la mañana ya se colaba por las rendijas de los postigos. Al salir de la cama el frescor del suelo de barro le subió por los pies hasta la espalda, se calzó y se puso un jersey de algodón. Cuando abrió la puerta del dormitorio la luz que entraba por la gran cristalera del salón le cegó por un momento. El sol brillaba con fuerza ahí afuera. Dejó escapar una sonrisa, la primera del día. Salió a la terraza sobre el pequeño claro del bosque donde la hierba brillaba entre gotas de la lluvia caída durante la noche. El aire olía a limpio, a ozono, a madera mojada y a sol de primavera, las flores se asomaban tímidamente entre los tréboles en las zonas donde los helechos dejaban de escoltar a los grandes árboles que rodeaban la casa. Entre los troncos enormes se veían algunos destellos del sol reflejándose en el agua cristalina de la pequeña poza allí abajo en el recodo del río. Desde aquí no se oía el murmullo del agua pero se adivinaba rebosante el cauce pequeño de agua pura. Desayunó despacio, con calma, intentando que no se le escapara ningún instante.

El sol estaba ya bien alto cuando sacó el libro que había traído en el bolsillo pequeño de la mochila, salió de la casa y bajó hasta la poza. Varios mirlos estaban chapoteando en la orilla cuando llegó, todos a una respondieron al grito de aviso del que vigilaba desde la rama de arce volando en las cuatro direcciones. Nunca había visto la charca tan grande. Sólo ver esa agua tan cristalina daban ganas de tirarse y nadar hasta el fondo. Por un momento pensó a qué temperatura debía estar y aplazó la idea por el momento. Buscó con la mirada en los troncos de los dos pinos junto a la orilla y en seguida localizó los viejos mosquetones oxidados. Sonrió otra vez y se dirigió hacia allí para colgar la hamaca de colores chillones. No tardó en instalarse cómodamente. Abrió el libro por la primera página y empezó a leer: "Un perro cenizo con un lucero en la frente irrumpió en los vericuetos del mercado el primer domingo de diciembre…"Cuando volvió a levantar la vista del libro habían pasado más de dos horas y había devorado más de la mitad de la novela. Tenía la boca seca así que cerró el libro y subió despacio hacia la casa, la temperatura era perfecta, tan solo cuando estaba llegando arriba empezó a acusar el calor. Al entrar en la casa sitió de nuevo el frescor del suelo. Ahora se quitó las sandalias y anduvo descalzo hasta la cocina.

Abrió una cerveza y se bebió más de la mitad del primer trago, más calmado llenó con el resto una jarra que sacó del congelador y rellenó el espacio sobrante con un chorro de limón. Apuró el contenido de la jarra y sonrió. Rellenó de nuevo la jarra con otra cerveza y un poco de limón y se dirigió al salón, afortunadamente nadie había limpiado la chimenea desde la última vez que estuvo allí ese fin de semana de diciembre, tan lejano ya. Eligió algunos restos de leña a medio quemar y con la pequeña pala de hierro los llevó hasta el fogón de carbón junto a la vitrocerámica, casi sin estrenar todavía. Encendió el fuego que no tardó en convertirse en una pequeña brasa. Colocó la rejilla de hierro y sobre ella los dos medallones de solomillo. Abrió una botella de Les Terrasses que guardaba desde el verano pasado y se sirvió un vaso de gazpacho. Sonrió de nuevo mientras pensaba que, por una vez, había venido preparado. Normalmente no se acordaba de estas cosas antes de salir pero esta vez había sido distinto. Sin las prisas de otros viajes se había parado a pensar en cada cosa que podría necesitar esa semana en la que estaba dispuesto a no salir para nada. Colocó su pequeño festín sobre la bandeja de madera y salió a la terraza. La luz era muy fuerte ahora pero la temperatura era ideal. Con la calma que requería el momento fue dando cuenta del contenido de la bandeja. Se levantó sin prisa y rodeó la casa con la esperanza de que el peral de la parte de atrás todavía tuviera alguna fruta, sonrió al ver todas esas preciosas frutas amarillas colgando de todas y cada una de las ramas. Buscó una que no se hubieran comido los pájaros y la arrancó. El primer mordisco hizo saltar unas gotas de néctar sobre sus manos que no tardaron en convertirse en un pequeño manantial. Entre un mordisco y otro sorbía el jugo que resbalaba entre sus nudillos. De vuelta a la terraza recogió la bandeja y la llevó a la cocina donde sonrió al recordar la vieja frase de su madre después de cada comida cada día de cada verano: "Dejadlo todo ahí encima que ya lo recojo yo después de la siesta", con el tiempo habían llegado a hacer un lema de esa frase y siempre era seguida de risas, disimuladas o no, dependiendo de la compañía. Se lavó las manos en la pila de de piedra y se fue directo al salón.

Había colocado el mp3 en la entrada auxiliar del viejo amplificador Philips. La música del último disco de Mus sería ideal para descansar un rato. El sofá de terciopelo estaba cubierto con una gran sábana blanca. Le dio la vuelta y se tendió sobre ella. Enseguida perdió la conciencia, la música le fue llevando a otro lugar, lejos, muy lejos...

Canción para hoy: Tonight I shall sleep with a smile on my face - Stan Getz y João Gilberto

20.5.07

Celia

Recuerdo el verano del 88. El Verano. No era el primero que trabajaba pero sí el primero que lo hacía lejos de casa. Muy lejos. Durante los dos días de viaje en autocar empezaron a conocerse los que serían compañeros los dos meses siguientes. Todo era incertidumbre, todo eran bromas, risas y buenos deseos.

Ya durante el viaje sonaba la música, todo el camino. Fueron dos meses muy musicales. Hubo momentos para todos los gustos. Los días eran muy largos, a las ocho empezaba el trabajo ayudando a preparar y servir los desayunos y no se terminaba hasta las once cuando se acababan de recoger todos los cacharros de la cena. Aún así, todos los días era obligatorio pasar por el bar más cercano. Era un desahogo necesario. El trabajo en sí no era excesivamente duro, lo peor era estar todo el día pillado. Aguantar el mal tiempo la mayoría de los días y cuando salía un buen día siempre aparecía alguien para joderlo. Lo peor era no tener un duro y es que el jefe, Charli, más conocido como escaqueitor, era especialmente hábil a la hora de (no) soltar la pasta. Ahora lloro de risa al recordar cómo corría aquel día que vino a cobrar el panadero- “¡Si os pregunta, no me habéis visto!” – era un genio el Charli.También estaba Jacobo, que ponía siempre la guinda y el punto de humor, Isidro el mayor de todos (sólo según el DNI), Eloy, el bueno, mi compañero inseparable, Soco, cándida y entrañable que aprendió a amar en Holandés y que su nombre suena igual que zueco en ese idioma, Sonsoles que estaba mal y nos lloraba en el hombro entre un peta y el siguiente, Elena, que no era tan seria como aparentaba, Susana, que sí lo era, Mariate, que no estuvo todo el tiempo, Max, el tipo argentino que se iba a tirar a media Holanda y que el último día con la sonrisa torcida me devolvió el condón que le di el primer día, cuando tuvo su primera opción, y Javier, que fue el fotógrafo oficial. Sé que había más gente pero no me acuerdo ahora.Mi mejor recuerdo se llamaba Celia, se casaba en octubre y estaba de despedida de soltera, con su amiga Encarna que se lió con Eloy. Celia y yo fuimos uña y carne, creo que hubiéramos hecho buena pareja, tuvimos una semana inolvidable pero ninguno de los dos quiso cruzar la raya. Ella por lo dicho y yo por una razón que tenía en Madrid. Un preciosa razón de 18 años que me tenía loco.

La banda sonora era variopinta, The Pogues nos sacaban a diario de la cama, al atardecer, alguien solía pinchar el canon de Pachelbel, cuando alguien echaba de menos a su chica (o a su chico) solía sonar Querida Milagros y, por supuesto, todas las noches en el bar, nos volvía locos Perfect de Fairground Attraction.

Ese año aprendí que uno se puede ganar la vida, incluso en bici, que no to er mundo e güeno, aunque la mayoría sí, que estaba enamorado, que necesitaba el sol para ser feliz, que el mejor chocolate no viene envuelto en papel rojo, que es posible hacer nuevos amigos para siempre a los que nunca volverás a ver, que dos mil quinientos kilómetros pueden ser muy pocos y doscientos cincuenta pueden ser muchos. También aprendí a ser mayor, pero esto enseguida se me olvidó.


Canción para hoy: If I should fall from grace with god - The Pogues

17.5.07

Soltando lastre

Relación de pequeñas cosas inútiles que guardo en algún rincón de mi casa:

Un mechero de cocina (de esos piezoeléctricos), un paquete sin abrir con dos TDK D60, un disc-man, una impresora de agujas (sin tinta, claro), un módem de 56k, un diskette de 3,5" con los Lemmings y el juego de María (uuummmhhh), un librillo de papel de arroz y una china petrificada, un calendario del 65 en tela con motivos alpinos, una cinta de video 2000 con clips de la época, los apuntes de la carrera (que perdí, por cierto, por lento), las llaves de un Seat Panda, un billete de barco de 1982, algunas cartas, mi BH Gacela, las pelotas de malabares, mi colección de entradas de conciertos, y muchas tonterías más que nunca me atreveré a tirar.

Relación de cosas (pequeñas o grandes) que guardo en algún rincón de mis entrañas:

Los trocitos de un corazón roto en reparaciones, mi abuela haciendo ganchillo con las gafas apoyadas en la punta de la nariz, la mirada de Raquel aquella tarde en Mallorca (hace tanto tiempo), la sonrisa de Inma en el Sportivo esa noche de reyes, el temblor de mis manos al tocar a mi primer hijo a través de los guantes de la incubadora, las lágrimas que cayeron cuando lo tuve en brazos por primera vez, el olor del mango y ron una noche calurosa de otoño, el roce del pelo de Lydia la primera (y única) noche que pasamos juntos, el abrazo de mi madre después de aquel mal trago, la risa de mi padre con mi primera resaca, mi nariz estallando como fuegos artificiales contra aquel poste de hierro negro, una pequeña luna creciente sobre la puesta de sol africana, una gran luna llena a la salida de un túnel de lavado... podría seguir indefinidamente pero ni siquiera así conseguiría deshacerme de estas cosas, inútiles o no, qué más da. Siempre vendrán conmigo donde yo vaya.

Canción para hoy: ¿Qué fue del Siglo XX? - 091

11.5.07

Libertad condicional

¿Soñará la golondrina con posar sus patas en la tierra recién mojada por la lluvia? ¿Quizá con dar un largo paseo sobre las hojas caídas en otoño junto al río? Tú, que estás deseando volar, ¿te cambiarías por ella sabiendo que nunca más podrías pisar tierra firme?

Aprovecho este paréntesis de libertad condicional para autoplagiarme y respirar un poco de aire fresco.

Canción para hoy: I wish I knew how it would feel to be free - Nina Simone

8.5.07

Fugaz

De tanto esperar a que llegue la primavera parece que ya está aquí y no la he visto llegar... hoy he bajado a comer al parque en buena compañía y ahí estaba. Qué bien se estaba a la sombra del pequeño castaño de indias. A nuestro alrededor chicos jugando, chicas riendo, aquel tío corriendo con el perro a su sombra, el otro bailando esa peonza como si no hubiera nada más en el mundo. Aquel otro pobre eligió un mal día para sacar la cometa. Ni siquiera una brisa ha venido a molestar este estupendo mediodía. ¿Y cómo ha llegado sin avisar? las chicas todavía van vestidas hasta arriba (por no hablar de mí), todavía hay nieve en las cumbres y si me descuido se me presenta aquí el verano. Es que estoy atocinao.

Ahora apetece salir a pasear al campo, a montar en bici por el parque, a tumbarse en la hierba, a revolcarse a la sombra de los árboles. Apetece sentarse a tomar una caña en la plaza Mayor... leer un buen libro junto al río, quedar con un par de amigos y "perder" 4 horas charlando sin prisa, pegar unas patadas a un balón con mi gente pequeña ¡apetece hacerlo todo! ¡Este es el tiempo en el que quiero vivir! Y sin embargo, qué poco dura. Y sin embargo qué poco puedo gozar de él. ¿Alguien regala horas? ¿Alguien me puede enseñar a aprovecharlas? Siempre parece que me faltan, pero días como hoy deberían tener por lo menos cincuenta horas.

Hoy tardará en salir la luna y yo estaré durmiendo cuando lo haga pero mañana estará allí arriba cuando me levante y me arrastre y arrastre a los que quiero a hacer justo lo que no quiero.

Canción para hoy: Paco & Juan - Paul Collins