Melancolía...
...es lo que pega en este tiempo, mirando por la ventana, monotonía de lluvia tras los cristales, me viene a la cabeza su mirada, sus ojos que sonríen y en los que se miraban los míos aquella noche... dime qué ves cuando tus ojos se fijan en mí…
Ella se acostó de lado, dándome la espalda. Le susurré al oído que iba a abrazarla, asintió con un leve, casi imperceptible movimiento de sus labios carnosos, casi cortados por el aire seco de aquella noche de verano y los muchos ducados. Le pasé mi brazo derecho sobre su cintura, más cerca del pecho que de la cadera, el izquierdo quedó atrapado por su cuello, fino y ligero. Su pelo me hacía cosquillas en la nariz hasta que conseguí acoplarme cómodamente. Fingiendo estar bien formé un arco entre su cuerpo y el mío temiendo que la lógica excitación estropeara aquel momento mágico.
El olor del jazmín y las damas de noche, que ya estaban a punto de cerrarse, se colaba a borbotones por el balcón abierto, empujado por el viento suave y casi fresco que entraba por primera vez en toda la noche haciéndonos olvidar el calor que hasta entonces nos mantenía en vilo. El aroma dulzón de las flores nocturnas sustituía poco a poco al humo del tabaco que impregnaba todos los rincones del salón. Desde el dormitorio se podían ver las cortinas como velas vaporosas volando en dirección al río llevándose otros recuerdos y otros deseos no satisfechos.
Su respiración se hizo cada vez más rítmica, más profunda. Poco a poco se fue yendo hasta que su sueño me liberó. Me despegué de ella tan despacio como pude y lentamente me di la vuelta. El olor de su pelo, el movimiento suave de su pecho rozándome los brazos… el leve crujir del aire entrando y saliendo por su nariz… era demasiado para mí. El sueño me podía y sabía que no me podría dormir abrazado a ella, el gesto más tierno del mundo puede ser una tortura cuando no es suficiente. No había pasado mucho tiempo, no sabría decir cuánto, creo que todavía estaba despierto cuando noté que ella se estaba girando, se dio la vuelta y me abrazó igual que yo la había abrazado antes. Una oleada de ternura me invadió al momento y sentí una paz que no he sentido desde entonces. Entonces soñé que amanecía y que seguíamos allí, los dos.
Las gotas de lluvia resbalan por el cristal formando ríos minúsculos y efímeros, siento una gran nostalgia de aquel momento, de aquel abrazo que sí fue suficiente y lo echo de menos como respirar debajo del agua, como las costumbres antiguas que de repente recuerdas y añoras, como las manos huesudas de la abuela que hace tantos años que no te acarician la cabeza… siento una gran nostalgia y disfruto de ella. ¡Como nunca antes había hecho!
Ella se acostó de lado, dándome la espalda. Le susurré al oído que iba a abrazarla, asintió con un leve, casi imperceptible movimiento de sus labios carnosos, casi cortados por el aire seco de aquella noche de verano y los muchos ducados. Le pasé mi brazo derecho sobre su cintura, más cerca del pecho que de la cadera, el izquierdo quedó atrapado por su cuello, fino y ligero. Su pelo me hacía cosquillas en la nariz hasta que conseguí acoplarme cómodamente. Fingiendo estar bien formé un arco entre su cuerpo y el mío temiendo que la lógica excitación estropeara aquel momento mágico.
El olor del jazmín y las damas de noche, que ya estaban a punto de cerrarse, se colaba a borbotones por el balcón abierto, empujado por el viento suave y casi fresco que entraba por primera vez en toda la noche haciéndonos olvidar el calor que hasta entonces nos mantenía en vilo. El aroma dulzón de las flores nocturnas sustituía poco a poco al humo del tabaco que impregnaba todos los rincones del salón. Desde el dormitorio se podían ver las cortinas como velas vaporosas volando en dirección al río llevándose otros recuerdos y otros deseos no satisfechos.
Su respiración se hizo cada vez más rítmica, más profunda. Poco a poco se fue yendo hasta que su sueño me liberó. Me despegué de ella tan despacio como pude y lentamente me di la vuelta. El olor de su pelo, el movimiento suave de su pecho rozándome los brazos… el leve crujir del aire entrando y saliendo por su nariz… era demasiado para mí. El sueño me podía y sabía que no me podría dormir abrazado a ella, el gesto más tierno del mundo puede ser una tortura cuando no es suficiente. No había pasado mucho tiempo, no sabría decir cuánto, creo que todavía estaba despierto cuando noté que ella se estaba girando, se dio la vuelta y me abrazó igual que yo la había abrazado antes. Una oleada de ternura me invadió al momento y sentí una paz que no he sentido desde entonces. Entonces soñé que amanecía y que seguíamos allí, los dos.
Las gotas de lluvia resbalan por el cristal formando ríos minúsculos y efímeros, siento una gran nostalgia de aquel momento, de aquel abrazo que sí fue suficiente y lo echo de menos como respirar debajo del agua, como las costumbres antiguas que de repente recuerdas y añoras, como las manos huesudas de la abuela que hace tantos años que no te acarician la cabeza… siento una gran nostalgia y disfruto de ella. ¡Como nunca antes había hecho!
Canción para hoy: Mi Little Good Friend - The Winnerys
3 Comments:
Y dices que no te sale escribir... uno (una) escribe bien cuando transmite lo que ve o lo que siente... y yo he estado en esa habitación, he visto la cama y el balcón, os he visto dormir abrazados...lo he visto y he sentido... y me has hecho recordar mis propios sentimientos...
Y me llenas la mañana de melancolía.
Un beso.
By Eva, at 20/10/06 07:51
Un abrazo con gotas de lluvia en mis ojos.
By 3'14, at 20/10/06 19:35
una sorpresa, encantada
;-)
By g., at 22/10/06 14:59
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