Feliz
Muchas gracias.
Canción para hoy: Happy Birthday - Ramones
"...Quiet nights of quiet stars, quiet chords from my guitar, floating in the silence that surrounds us..."
Canción para hoy: Corcovado (Quiet Nights of Quiet Stars) - Stan Getz/Astrud/João Gilberto
En esa casa siempre le ocurría igual con esos ruidos que tan familiares llegaban a ser al cabo de unos días y que le inquietaban la primera noche. El cansancio del viaje no mejoraba mucho las cosas, el ruido de la lluvia retumbaba en las contraventanas de madera y las rachas de viento más fuertes hacían crujir las viejas vigas de pino oscurecidas por el humo y el paso del tiempo. Las tormentas de mayo solían ser así, menos violentas que las veraniegas pero más duraderas, fácilmente podría llover toda la noche.
Cuando se despertó eran más de las diez. La luz de la mañana ya se colaba por las rendijas de los postigos. Al salir de la cama el frescor del suelo de barro le subió por los pies hasta la espalda, se calzó y se puso un jersey de algodón. Cuando abrió la puerta del dormitorio la luz que entraba por la gran cristalera del salón le cegó por un momento. El sol brillaba con fuerza ahí afuera. Dejó escapar una sonrisa, la primera del día. Salió a la terraza sobre el pequeño claro del bosque donde la hierba brillaba entre gotas de la lluvia caída durante la noche. El aire olía a limpio, a ozono, a madera mojada y a sol de primavera, las flores se asomaban tímidamente entre los tréboles en las zonas donde los helechos dejaban de escoltar a los grandes árboles que rodeaban la casa. Entre los troncos enormes se veían algunos destellos del sol reflejándose en el agua cristalina de la pequeña poza allí abajo en el recodo del río. Desde aquí no se oía el murmullo del agua pero se adivinaba rebosante el cauce pequeño de agua pura. Desayunó despacio, con calma, intentando que no se le escapara ningún instante.
El sol estaba ya bien alto cuando sacó el libro que había traído en el bolsillo pequeño de la mochila, salió de la casa y bajó hasta la poza. Varios mirlos estaban chapoteando en la orilla cuando llegó, todos a una respondieron al grito de aviso del que vigilaba desde la rama de arce volando en las cuatro direcciones. Nunca había visto la charca tan grande. Sólo ver esa agua tan cristalina daban ganas de tirarse y nadar hasta el fondo. Por un momento pensó a qué temperatura debía estar y aplazó la idea por el momento. Buscó con la mirada en los troncos de los dos pinos junto a la orilla y en seguida localizó los viejos mosquetones oxidados. Sonrió otra vez y se dirigió hacia allí para colgar la hamaca de colores chillones. No tardó en instalarse cómodamente. Abrió el libro por la primera página y empezó a leer: "Un perro cenizo con un lucero en la frente irrumpió en los vericuetos del mercado el primer domingo de diciembre…"Cuando volvió a levantar la vista del libro habían pasado más de dos horas y había devorado más de la mitad de la novela. Tenía la boca seca así que cerró el libro y subió despacio hacia la casa, la temperatura era perfecta, tan solo cuando estaba llegando arriba empezó a acusar el calor. Al entrar en la casa sitió de nuevo el frescor del suelo. Ahora se quitó las sandalias y anduvo descalzo hasta la cocina.
Abrió una cerveza y se bebió más de la mitad del primer trago, más calmado llenó con el resto una jarra que sacó del congelador y rellenó el espacio sobrante con un chorro de limón. Apuró el contenido de la jarra y sonrió. Rellenó de nuevo la jarra con otra cerveza y un poco de limón y se dirigió al salón, afortunadamente nadie había limpiado la chimenea desde la última vez que estuvo allí ese fin de semana de diciembre, tan lejano ya. Eligió algunos restos de leña a medio quemar y con la pequeña pala de hierro los llevó hasta el fogón de carbón junto a la vitrocerámica, casi sin estrenar todavía. Encendió el fuego que no tardó en convertirse en una pequeña brasa. Colocó la rejilla de hierro y sobre ella los dos medallones de solomillo. Abrió una botella de Les Terrasses que guardaba desde el verano pasado y se sirvió un vaso de gazpacho. Sonrió de nuevo mientras pensaba que, por una vez, había venido preparado. Normalmente no se acordaba de estas cosas antes de salir pero esta vez había sido distinto. Sin las prisas de otros viajes se había parado a pensar en cada cosa que podría necesitar esa semana en la que estaba dispuesto a no salir para nada. Colocó su pequeño festín sobre la bandeja de madera y salió a la terraza. La luz era muy fuerte ahora pero la temperatura era ideal. Con la calma que requería el momento fue dando cuenta del contenido de la bandeja. Se levantó sin prisa y rodeó la casa con la esperanza de que el peral de la parte de atrás todavía tuviera alguna fruta, sonrió al ver todas esas preciosas frutas amarillas colgando de todas y cada una de las ramas. Buscó una que no se hubieran comido los pájaros y la arrancó. El primer mordisco hizo saltar unas gotas de néctar sobre sus manos que no tardaron en convertirse en un pequeño manantial. Entre un mordisco y otro sorbía el jugo que resbalaba entre sus nudillos. De vuelta a la terraza recogió la bandeja y la llevó a la cocina donde sonrió al recordar la vieja frase de su madre después de cada comida cada día de cada verano: "Dejadlo todo ahí encima que ya lo recojo yo después de la siesta", con el tiempo habían llegado a hacer un lema de esa frase y siempre era seguida de risas, disimuladas o no, dependiendo de la compañía. Se lavó las manos en la pila de de piedra y se fue directo al salón.
Había colocado el mp3 en la entrada auxiliar del viejo amplificador Philips. La música del último disco de Mus sería ideal para descansar un rato. El sofá de terciopelo estaba cubierto con una gran sábana blanca. Le dio la vuelta y se tendió sobre ella. Enseguida perdió la conciencia, la música le fue llevando a otro lugar, lejos, muy lejos...
Canción para hoy: Tonight I shall sleep with a smile on my face - Stan Getz y João Gilberto
Canción para hoy: If I should fall from grace with god - The Pogues
¿Soñará la golondrina con posar sus patas en la tierra recién mojada por la lluvia? ¿Quizá con dar un largo paseo sobre las hojas caídas en otoño junto al río? Tú, que estás deseando volar, ¿te cambiarías por ella sabiendo que nunca más podrías pisar tierra firme?
Aprovecho este paréntesis de libertad condicional para autoplagiarme y respirar un poco de aire fresco.
De tanto esperar a que llegue la primavera parece que ya está aquí y no la he visto llegar... hoy he bajado a comer al parque en buena compañía y ahí estaba. Qué bien se estaba a la sombra del pequeño castaño de indias. A nuestro alrededor chicos jugando, chicas riendo, aquel tío corriendo con el perro a su sombra, el otro bailando esa peonza como si no hubiera nada más en el mundo. Aquel otro pobre eligió un mal día para sacar la cometa. Ni siquiera una brisa ha venido a molestar este estupendo mediodía. ¿Y cómo ha llegado sin avisar? las chicas todavía van vestidas hasta arriba (por no hablar de mí), todavía hay nieve en las cumbres y si me descuido se me presenta aquí el verano. Es que estoy atocinao.
Ahora apetece salir a pasear al campo, a montar en bici por el parque, a tumbarse en la hierba, a revolcarse a la sombra de los árboles. Apetece sentarse a tomar una caña en la plaza Mayor... leer un buen libro junto al río, quedar con un par de amigos y "perder" 4 horas charlando sin prisa, pegar unas patadas a un balón con mi gente pequeña ¡apetece hacerlo todo! ¡Este es el tiempo en el que quiero vivir! Y sin embargo, qué poco dura. Y sin embargo qué poco puedo gozar de él. ¿Alguien regala horas? ¿Alguien me puede enseñar a aprovecharlas? Siempre parece que me faltan, pero días como hoy deberían tener por lo menos cincuenta horas.
Hoy tardará en salir la luna y yo estaré durmiendo cuando lo haga pero mañana estará allí arriba cuando me levante y me arrastre y arrastre a los que quiero a hacer justo lo que no quiero.